Te oímos beber [We Can Hear You Drink]
performance piece for a single viewer at a time, various locations in Barcelona, 2011
You have been given an appointment in a flat. You ring the intercom. Someone opens the door without saying a word. You go up to the third floor on the lift, or perhaps you choose to go up the stairs.
Once there, you find the door to the flat is open. You enter. You might say hello, thinking there must be someone inside. The flat is empty. You might poke about, open the drawers, or try to open one of the three doors you find closed upon your arrival. You will perhaps pour yourself a glass of water... you might feel the impulse to leave.
A few minutes go by, and you hear someone at the front door. A woman walks in with a dog. Maybe you say hello to her. But she doesn’t reply, she ignores you completely. You suddenly realise that the dog is a guide dog, and that she is blind.
The woman takes the dog’s harness off, and hangs it in the hall, together with her jacket. She goes to the living room. I have no idea where you are at this point, but I imagine you’re watching her. You see how she puts on a record, carefully measuring the distance between the grooves of the song and the label with her fingers. It’s a jazz tune from the soundtrack to I Want to Live.
She gets up and hums the tune as she goes to the walk-in closet, where she gets changed. Her dog lies down in the corridor and watches her. Perhaps you’re watching her too, or maybe you’re just looking at the dog. You might decide to sit on the sofa and wait.
The phone rings. You don’t know whether the phone call is for you or for her. You might think about picking up the receiver, you start walking towards it, or perhaps you stay on the sofa, waiting, when you hear the woman run down the corridor. She picks up the receiver:
«Hello? Yes, it’s me, Carmen.»
*
Te oímos beber es una performance para un único espectador. Al espectador se le cita en un piso, con la única instrucción de seguir a una tal Carmen. Carmen resulta ser una actriz ciega, y seguirla implica atravesar varias localizaciones de la ciudad de Barcelona para seguir una trama que involucra al mismo espectador en su resolución.
Te han citado en un piso. Llamas al telefonillo. Te abren sin mediar palabra. Subes al tercero, por el ascensor o quizá por las escaleras.
Al llegar, ves que la puerta del piso está entreabierta. Entras. Puede que saludes, pensando que seguramente haya alguien en su interior. El piso está vacío. Puede que husmees en la casa, que abras los cajones, que intentes abrir alguna de las tres puertas que encuentras cerradas. Quizá te sirvas un vaso de agua... quizá tengas ganas de marchar.
Al cabo de unos minutos, oyes que alguien abre la puerta. Entra una mujer, acompañada de un perro. Puede que la saludes. Ella no te contesta, te ignora por completo, de repente te das cuenta de que el perro es un perro guía, y que ella es ciega.
La mujer le quita el arnés al perro y lo cuelga en el recibidor. Se dirige al salón. No sé dónde estarás tú en ese momento, pero me imagino que la estarás observando. Ves cómo pone un vinilo, con cuidado, midiendo con los dedos la distancia que tienen los surcos de la canción de la etiqueta del disco. Es una canción de jazz, de la banda sonora “I Want to Live”.
Vuelve sobre sus pasos, tarareando, y entra en el vestidor. Se cambia de ropa. Su perro se tumba en el pasillo y se la queda mirando. Puede que tú también la estés mirando, puede que te quedes mirando al perro. Quizá te sientes en el sofá a esperar.
Suena el teléfono. No sabes si es para ti o para ella. Igual piensas en cogerlo y te diriges a él, o igual te quedas quieto mirándolo, y oyes como la mujer sale corriendo del vestidor para contestar. Lo coge:
“Si, si, soy yo.... Carmen”